Autor: José L. Martín Descalzo
Cuentan que un pequeño, vecino de un taller de escultura entro un día en el estudio del escultor y vio en él un gigantesco bloque de piedra. Y que, dos meses después, al regresar encontró en su lugar una preciosa estatua ecuestre. Y, volviéndose al escultor, le preguntó: "Y cómo sabias tú que dentro de aquel bloque había un caballo?"
La frase del pequeño era bastante más que una gracia infantil. Porque la verdad es que el caballo estaba en realidad, ya dentro de aquél bloque. Y que la capacidad artística del escultor consistió precisamente en eso: en saber ver el caballo que había dentro, e irle quitando al bloque de piedra todo cuanto le sobraba. El escultor no trabajó añadiendo trozos de caballo al bloque de piedra, sino liberando a la piedra de todo lo que impedía mostrar al caballo ideal que tenia en su interior. El artista supo "ver" dentro lo que nadie veía. Ese fue su arte.
Pienso todo esto al comprender que con la educación de los humanos pasa algo muy parecido. "Han pensado ustedes alguna vez que la palabra "educar" viene del latín "edúcere", que quiere decir exactamente: sacar de dentro? Ha pensado que la verdadera genialidad del educador no consiste en "añadirle" al niño las cosas que le faltan, sino en descubrirlo que cada pequeño tiene dentro al nacer y saber sacarlo a la luz?
Me parece que muchos padres y educadores se equivocan cuando luchan para que sus hijos se parezcan a ellos o a su ideal educativo humano. Padres que quieren que sus hijos se parezcan a Napoleón, Alejandro Magno o al banquero que triunfó en la vida entre sus compañeros de curso. Pero es que su hijo no debe parecerse a Napoleón ni a nadie. Su hijo debe ser, ante todo, fiel a sí mismo. Lo que tiene que realizar no es lo que haya hecho el vecino, por estupendo que sea. Tiene que realizarse así mismo y realizarse al máximo. Tiene que sacar de dentro de su alma la persona que ya es, lo mismo que del bloque de piedra sale el caballo ideal que dentro había.
Ser hombre no es copiar nada de fuera. No es ir añadiendo virtudes que son magnificas, pero que tal vez son de otros. Ser hombre es llevar a su límite todas las infinitas posibilidades que cada ser humano lleva ya dentro de si. El educador no trabaja como el pinto, añadiendo colores o formas. Trabaja como el escultor, quitando todos los trozos informes del bloque de la vida y que impiden que el hombre muestre su alma entera tal y como ella es.
Y los muchachos tienen razón cuando se rebelan contra quienes quieren imponerle modelos exteriores. Aunque no la tienen cuando se entregan no a lo mejor de si mismo, sino a su comodidad y a su pereza, que es precisamente el trozo del bloque que les impide mostrar lo mejor de sí mismos. Un buen padre, un buen educador, es el que sabe ver la escultura maravillosa que cada uno tiene, revestida tal vez por toneladas de vulgaridad. Quitar esa vulgaridad a martillazos, quizá muy dolorosa, es la verdadera obra del genio creador.
5 comentarios:
pues realmente me gusta más ahora el post del caballo... je je!
Ahora me parece un post genial.
jajaja, que bueno Issa. Un abrazo.
Me ha gustado muchísimo la historia ¿me permites enlazar tu texto?
Besitos!
Asun llevo dos dias luchando tratando de dejarte un mensaje en tu blog pero no me ha dejado...Bien puedas enlazar, Feliz día!
Muchas gracias!!
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